DEL JUICIO A LA COMPASION
Por Barbara Rother
Es muy fácil juzgar a las otras personas por su forma de ser o sus
creencias. Podemos suponer que nuestra manera de hacer las cosas es la mejor y
el único camino. En mi adolescencia y en mi edad adulta, podría culparme de esa
forma de pensar. La madurez y el conocimiento vienen con la edad. Al crecer,
tratas de descubrir quién eres y, a veces, te sientes inseguro. Esa inseguridad
y las dudas pueden generar pensamientos extraños. Podemos condenar a otros
porque sentimos la necesidad de sentirnos bien con nosotros mismos. Me siento
cómoda y me acepto a mí misma y a los que me rodean ahora que he llegado a ser
una persona que trata de practicar la compasión en vez del juicio.
El primer paso en mi camino espiritual fue y sigue siendo el no juzgar. Es
una falla humana que, naturalmente, parece filtrarse en nuestra existencia a
menos que nos demos cuenta y usemos las herramientas para soltar esa
negatividad.
Todos merecemos el apoyo de quienes nos rodean. Esto es importante,
especialmente cuando somos niños, en nuestros años de formación y
autodescubrimiento. Tuve una infancia feliz en su mayor parte. Tuvimos nuestros
problemas al igual que todas las familias, pero me sentí amada. Algunos compañeros
de clase se burlaban de mí por ser alta y flaca. A esa edad tan temprana me
sentí juzgada. El juicio consiste en quitarle el poder a alguien si esa persona
lo permite. Afortunadamente, tuve el apoyo de amigos y maestros y de mis padres
que me ayudaron a descubrir el comienzo de quién podría llegar ser. Continué
descubriendo mi autoestima a lo largo de mi adolescencia y en la edad adulta y
la seguiré desarrollando el resto de mi vida.
A los treinta años descubrí un libro titulado "Lo que piensas de mí no
es asunto mío" de Terry Cole Whittiker. El libro contenía muchas verdades,
incluso en el título. Aprendí que lo que pensaba de mí misma era lo más
importante para mí. Todo comienza con el amor y el respeto hacia uno mismo.
Todos tenemos días en los que nuestra autoestima puede llegar a un punto bajo,
pero es importante retomar la comprensión de nuestro verdadero valor.
¿Alguna vez te has detenido a examinar cómo te sientes cuando caes en la
trampa de juzgar? De lo que no nos damos cuenta es que el juicio, la crítica y
el prejuicio, en cualquiera de sus formas, abren la puerta a la tristeza, el
dolor y la angustia en nuestras vidas. Cuando le dedicas tu corazón al apoyo y
la aceptación, tu mundo puede crecer basado en el conocimiento de lo que otros
puedan ofrecerte, aunque sus pensamientos sean diferentes a tus puntos de
vista. Las personas tienen diferentes versiones de las creencias. Podemos estar
de acuerdo en no estar de acuerdo, pero al mismo tiempo respetar los puntos de
vista ajenos al igual que ellos deberían respetar los tuyos.
Creo que no podemos juzgar a alguien si no hemos caminado en sus zapatos.
Eso significa que nunca sabemos por lo que está pasando una persona en su vida.
Todos tenemos algo que debemos superar en ocasiones.
El amor incondicional, el apoyo y el no juzgar es cómo podemos ser la luz
más brillante posible cuando nos acercamos los unos a los otros. La palabra más
importante es la compasión. Así es como podemos conectar nuestros corazones.
Aceptar a los demás tal como son le ofrece una maravillosa libertad a nuestra
propia mente.
Con amor y luz,
Bárbara
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